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Democracia


No dejamos de pronunciar esta palabra, aplicándola en cualquier momento de nuestra vida diaria que suponga una toma de decisión en la que intervengan distintas opiniones y se admita la de una mayoría. En los tiempos que vivimos es una palabra muy gastada, a veces inútilmente, de la que olvidamos hasta su significado. Sabemos que se trata del sistema político por el cual la soberanía reside en el pueblo, bien ejercida directamente o a través de sus representantes, de forma que el poder es ostentado por el conjunto de los ciudadanos, en contraposición a las antiguas monarquías configuradas alrededor del gobierno de una sola persona o de una aristocracia, considerados como los mejores.


Sabemos que surgió en Atenas, en el siglo V a.C y el significado de su nombre respondía al ejercicio del poder por el pueblo. Pero esta forma de gobierno no surgió como un milagro, fue el fruto de muchos años de experiencia y de la voluntad de los griegos. La colina del Pnix desde la que se contempla Atenas y la mejor vista de la Acrópolis, sigue exhibiendo sus rocas primigenias sobre las que los ciudadanos afortunados con voz y voto en la Asamblea, se reunían a deliberar y tomar decisiones que se traducían en las normas por las que debía regirse la sociedad de la ciudad. Era un lugar sagrado, con un altar dedicado a Zeus que se presentaba como el protector de la palabra.


Se creó aquí en este sagrado lugar, una nueva manera de dar voz a los hombres, siempre poniendo en primer lugar lo que parecía como más conveniente para la colectividad, defendiendo los derechos de los ciudadanos del abuso de poder. Nació el sentimiento de ciudadanía, la certeza de sentirse integrados en un colectivo donde podían expresar sus ideas y defenderlas frente a otras opiniones distintas públicamente, algo que los enorgullecía como hombres libres, al gozar del privilegio de expresar un derecho legítimo. Esta valoración del hombre como portador de un derecho de expresión y defensa de lo justo, es algo que todo individuo lleva implícito. Comenzaron entonces a surgir los conceptos de responsabilidad, libertad, justicia e igualdad, todos aplicados al mejor gobierno de la ciudad. Fue tan hermoso como efímero, pero existió un momento en nuestra historia de tal importancia que influyó en todas las sociedades futuras echando profundas raíces, desechando  otras formas de gobierno consideradas injustas, porque el gran descubrimiento fue precisamente lograr que el poder pasará a manos de los ciudadanos.


Hoy en día asistimos a una clara adulteración de la democracia, son tiempos en los que la toma de decisiones está lejos en muchas ocasiones de la ciudadanía. Y tal vez la razón sea que hemos olvidado que es importante que cada cual se haga responsable de sus palabras y actos, sucedió en un tiempo, debería seguir sucediendo.


Hemos olvidado el concepto de “isegoria” igualdad en el uso de la palabra, “isopoliteia” igualdad de derechos políticos, “isonomía” igualdad ante las leyes, conceptos que todos tenemos interiorizados pero que se ven hoy tan manoseados y vulnerados que nada nos sorprende. Del mismo modo la palabra “parrhesia” que define la cualidad de usar la palabra atreviéndose a decir la verdad, se pierde en el laberinto de los usos democráticos modernos, a pesar de ser tan importante, porque no podemos ni debemos tolerar engaños y para ello hay que hacer acopio de valor y ser capaces de oponerse a la mentira.


Creo que en las sociedades actuales los ciudadanos demandan verdad, así como más lealtad al pueblo, sin embargo, constatamos a diario la ausencia de esa lealtad, de esta manera la ciudadanía se aleja de las implicaciones políticas, con la grave consecuencia de hacer dejación de sus derechos como tales.


Costó mucho tiempo que la democracia arraigara, porque se trataba de algo nuevo, luminoso, diferente y a pesar de sus imperfecciones, al marginar a muchos colectivos, que ahora consideraríamos imposible y no entenderíamos, puso en lo más alto el uso de la palabra por todos y el respeto a las decisiones en beneficio de la ciudad. Recelos antiguos ya los hubo en su nacimiento como sistema político y muchos más, cuando a lo largo de los siglos la democracia se erigió como la forma más justa de gobierno. Me pregunto a veces si esta palabra, democracia, es real, si responde a su significado original en los gobiernos del siglo XXI o es un reflejo opacado de un momento estelar en la historia.


Por supuesto que votamos una y otra vez, pero ¿Participamos? La desafección hacia la clase política no deja de crecer, las estructuras mastodónticas de los partidos políticos alejan a la ciudadanía, el poder de los grupos de presión global es cada vez más notable, las desigualdades aumentan configurando una nueva sociedad, todo se trasforma cambiando nuestra forma de entender la gobernación de los pueblos.

     

Si un ciudadano ateniense pudiera viajar en el tiempo y trasladarse al nuestro, después de asistir a una sesión de la Asamblea sentado en una de las rocas de la colina de Pnix, habiendo escuchado previamente a sus conciudadanos en el uso de la palabra e incluso a él mismo, creo sinceramente que no reconocería absolutamente nada, saldría corriendo, espantado. ¿Es en realidad tan complicado reverdecer el significado real de la isegoria, isonomía, isopoliteia o la parrhesia? ¿Por qué no somos capaces de hacerlo de nuevo posible? Creo que las generaciones venideras nos lo agradecerían.

 

 

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