Libro colectivo antología. Pasión por Goya
Florecieron de nuevo las rosas policromas
Blancas mariposas van a visitarlas
¿por qué, pues, tenemos que morir?
Yannis Ritsos
Viaja ausente de todo lo que le rodea, mecido por el traqueteo repetitivo del tren que solo se rompe con los esporádicos pitidos de trecho en trecho que le sobresaltan. Vuelve a París embargado de tristeza, desolación, soledad y sumido en la desesperación.
Aún es incapaz de asimilar cómo fue posible que su gran amigo, Carlos, se quitara la vida de un disparo a bocajarro en la cabeza. Qué negros y espesos nubarrones poblaron su mente que no vio otra salida a su corta vida. Hacía tiempo que intuía que su equilibrio emocional hacía aguas y fue por eso por lo que le alejó de ella y convenciéndolo para pasar con él y su familia las Navidades en Málaga, creyendo que su bonita ciudad natal alegre, bulliciosa, inundada de luz y abierta al mar lo sacarían de ese pozo de melancolía en el que estaba sumido. Pero era ya un hombre que miraba sin ver, escuchaba sin oír, caminaba sin rumbo y pasaba las noches en duermevela. De pronto una buena mañana salió con premura rumbo a ese París de cielos azules.
Los recuerdos se agolpan en su mente; se ve muy joven en Barcelona dónde acude para abrirse camino en el mundo del arte y allí conoce a Carlos, congenian los dos artistas desde el primer momento, ambos tienen tomada la decisión de convertirse en pintores y van a dedicar la vida a ello. A tal fin se instalan juntos en un pequeño taller donde cuentan con espacio y grandes ventanas con luz a raudales que les permite pintar del día a la noche.
Eran muy jóvenes, esa juventud y el incontenible deseo de explorarlo todo hacen que se decidan a marchar a París. Han de conocer artistas de vanguardia, tendencias, técnicas y relacionarse con los más conocidos y de mayor éxito. Aquí la sociedad está llena de convencionalismos, impregnada por una moral estricta y mojigata; en la ciudad de la luz, se respira un aura de libertad sin límites, algo que ellos necesitan para poder crear sin ninguna atadura. A los dos les atrae esa libertad sexual que tanto se pregona en los ambientes artísticos e intelectuales, ellos están en el momento álgido de su masculinidad, deseando vivir todas las experiencias y aprovechar todas las ocasiones para vivirlas. En ese contexto artístico, el sexo se entiende como algo natural y se vive intensamente, también por las mujeres que frecuentan esos ambientes que no ponen traba alguna a entablar relaciones sexuales sin pensar demasiado si van a ser continuadas, o al poco tiempo serán sustituidas por otras. Esto los desconcierta, pero les agrada al mismo tiempo, la sangre fluye por sus venas como un torrente, necesitan amor, sexo, bailes, diversiones, alcohol…sienten que el sumergirse en la noche parisina de la bohemia les dará una fuerza capaz de vencer todos los obstáculos.
¿Cuándo se enamoró de esa mujer? No vio venir que aquella bailarina de cabaré y modelo de artistas estaba poco a poco entrando en sus vidas y enseñoreándose del alma de Carlos, que llegó a obsesionarse con una pasión enfermiza. Pasaba los días yendo tras ella, buscándola por todas partes, por cabarés y estudios de pintores, luego en la noche, solo ella ocupaba sus pensamientos sin lograr conciliar el sueño, tratando de trazar sobre el lienzo o el papel, los rasgos de su rostro o los bucles de su pelo.
No intuyó que algo no iba bien en esa relación, ella siempre estaba contrariada y Carlos se sentía menospreciado, sollozando en silencio. Mucho después fue la propia Germaine quien, con una desinhibición casi cruel, le informó de la impotencia sexual de su amigo, razón por la cual le abandonó sumiéndolo en un desengaño sin límites y un dolor lacerante. Volvió a París desde Málaga para de nuevo implorar, rogar, un amor que ella no estaba en disposición de darle, un amor condenado al fracaso. Enloquecido le disparó en un café que frecuentaban con asiduidad, falló el tiro destinado a su amante, pero no el que destinó a sí mismo a continuación acabando con su vida. Una vida corta, contaba solo veinte años, tenía el mundo ante él y un proyecto como artista, ¿por qué quitarse la vida? ¿aún, en estos tiempos se muere por amor?
Cabecea, cierra y abre los ojos sumidos como en un sueño, le parece ver como los sesos de su amigo salpican las paredes del viejo café impelidos por el impacto de la bala, no puede creerlo, será una pesadilla, pero es consciente de que es real, ese arrebato de locura, esa enajenación mental ha conducido a Carlos a negarse la vida, que ha dejado de ser interesante sin el sexo con esta mujer que le desprecia.
Pablo sabe que tampoco hubiera podido impedirlo, aunque hubiera estado en París, pero el impacto de esta muerte produce en él una tristeza infinita, la idea de la muerte sobrevuela en cada instante, cuanto más al abrir la puerta del apartamento de Carlos Casagemas que ahora va a ocupar él mismo.
Allí huele a pinturas, a disolventes, pero también a muerte, se siente por todas partes. Descansa y se obliga a pensar en la fugacidad de la vida, pero es joven, es probable que viva muchos años esperando una muerte que al fin aparecerá. Se pregunta, ¿por qué hemos de morir? ¿por qué Carlos fue incapaz de perdonarse la vida?
A través de las altas ventanas puede ver un cielo plomizo y una ligera neblina que se levanta del Sena como una gasa que envuelve sus pensamientos tenebrosos. Ahora hará de su pintura la razón de su vida, tiene que ponerse a trabajar, verter en los lienzos esos sentimientos que lo invaden, no será de la misma manera que lo hacía en Barcelona, no tendrán sus lienzos ese colorido variado y esa luz alegre y diáfana. Observa la paleta preparada para comenzar a empastar y sin saber cómo, huye del color, solo acierta a extender una infinita gama de azules que son los únicos tonos adecuados para expresar su estado de ánimo, tan melancólico que sus trazos son lánguidos, desvaídos, alargados de una manera que distorsionan la realidad de sus figuras, quiere expresar cómo se siente, triste, dolorido, abrumado. Todo en ese taller recuerda a Carlos, el ambiente de pobreza, de soledad, de desamparo que él plasmará en sus obras como un homenaje a su querido amigo.
Hará un canto a la vida como una póstuma elegía, pintará a su amigo y a su amante, abrazados, enamorados y tristes, juntos como no lo estuvieron en vida con la mirada perdida en un punto lejano, cantará la maternidad y el nacimiento a la vida con la presencia de una madre y su hijo, pintará la fuerza masculina que invade la intimidad de una mujer desnuda, un cuadro que será la viva imagen del pesimismo que lo tortura, en un momento en el que busca consuelo creando arte, pero…¿no es el arte hijo de la tristeza?
No sabe cuánto tiempo ha pasado, ¿horas o tal vez días? Vuelve la vista hacia la puerta y se sobresalta cuando aparece en el umbral Germaine, sabe que ha regresado a París y le propone ser su modelo. Su actitud no denota ninguna pesadumbre por la muerte trágica del amigo, al contrario, parece buscar en él una relación más allá de la amistad y no se equivoca, poco a poco aparecerá el deseo junto a la pasión y se trasformará en una relación dónde el sexo será el eje central y Germaine si encontrará satisfacción. Sigue pintando sus telas que solo tienen relación con la muerte del amigo, pero no puede dejar de experimentar el aguijón de la vida en el torbellino de placer sexual con Germaine.
No mereció la pena que Carlos se matase por esta mujer. Al poco tiempo la deja, sin duda desilusionado y sin apenas percibirlo, el dolor y la tristeza van dejando paso a la aceptación de la muerte, la de su amigo y la suya propia. Abre las ventanas del estudio y aspira el aire primaveral de París que entra presuroso en sus pulmones, observa el azul celeste del cielo, transparente y claro, que le invita a pensar en otra mañana. Cerrará la etapa cromática en azules y sacará la tristeza de su alma, ahora se centrará en la bohemia parisina, en sus circos, arlequines y saltimbanquis, empastando sus lienzos del color de las rosas.
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