top of page

Patio de Comares

Actualizado: 21 ago




 


 

Sigo aquí, con heridas en el cuerpo y en el alma. Los siglos han pasado dejando su huella en mi alcazaba, mis patios, mis torres, mis palacios y jardines. Soy un cuerpo envejecido y en parte mutilado, que aún se levanta orgulloso sobre la colina de la Sabica, luciendo ese color rojizo que me hizo famosa mientras contemplo la ciudad de Granada extendida a mis pies.


He vivido, sigo viviendo, rodeada del verde de jardines y bosques, mi corazón continúa bombeando el agua que se distribuye por mi cuerpo cuál venas y arterias derramándose en los canalillos, fuentes y estanques que anidan en mi interior; el agua y los jardines son mi epicentro poblando palacios y patios tantas veces llenos de vida, color, música y del aroma de las flores que se mezcla con el áspero arrayan. 


El agua es la esencia de mí misma, no solo riega mis huertas, abastece los baños y me purifica, además, al correr en las tazas, acequias, surtidores, y fuentes lanza al aire sonidos con notas musicales que se han perpetuado igual a lo largo de los tiempos. Hubo tiempos felices y otros desgraciados, cuando mis moradores me abandonaron una triste noche para partir a la sierra, decían, mientras sus lamentos se clavaban como dagas en mis muros y atravesaban las celosías hasta el último rincón de los palacios. Yo solo sentía como las espuelas de los  nuevos dueños, caballeros aguerridos y curtidos en batallas, arañaban los delicados suelos de mármoles blancos que reflejaban la luz cegadora del sol, mientras levantaban la mirada a los techos de brillantes colores dorados, paseando sus manos por mis azulejos de colores y macizos de  arrayanes, aspirando absortos el aroma de rosas de los pebeteros, escuchando el sonido rumoroso del agua, mi sinfonía perpetua y admirando embelesados los matices de la clara luz invernal de Granada colándose entre arcadas y mocárabes.


Era tan hermosa, que fui bien tratada al principio de por mis conquistadores, luego cercenaron algunas piezas de mi cuerpo modelándolo a su gusto, pero el agua me daba fuerzas, era el origen de una vida, siempre envuelta en la fiesta del agua, escuchando su música a través de los siglos, sus carcajadas frías o su lamento cantarín, el cantar de mis fuentes que se desgranaba como un collar de perlas interminable.


Sigo aquí, recibiendo esa luz cálida que da a los muros y salas un sinfín de tonalidades y reflejos. Me duplico en los estanques día tras día y contemplo mis fachadas en esas aguas temblorosas, encontrándome bella, altiva como una gran dama, algo desgastada, pero hermosa y lo hago como un renacido Narciso, enamorada de mí misma.


Cuentan las leyendas que desapareceré cuando la mano alcance la llave grabada en el muro de mi puerta, pero hasta ese momento seguiré absorbiendo el sol, filtrando sus luces, desparramando aromas y mirándome en los estanques. 


71 visualizaciones0 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo

Comments


bottom of page